Andrea Cote
(Colombia)

Andrea CoteVivimos lo que jugamos
la muerte es un juego que perdemos.
Es preciso en tanto no agotarse
arrancarse el pecho del pecho
escondérsele para siempre a la sombra
no dejar ningún aroma en los cuartos
no abarrotar el olvido.
De todas formas,
uno se va a la muerte con hambre.

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؟Cómo salirse de lo oscuro?
e ir a morar por fuera de los nombres.
Adonde no sea extensa la memoria
ni habite el ansia del desterrado de su cuerpo.
؟Cómo vencer al enemigo oculto?
e infundir la paz entre uno y su reflejo.

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Espejo
 
En la habitación de la luz
habita ese extraño implicado
allí desaparecemos al tiempo, ese marco insoluble;
luego es difícil encontrarse
ya sabemos que no somos, fuimos
que se está siempre detrás de ser.
El mirar está lleno de cicatrices.
Hemos estado esperando este momento,
de vernos cara a cara con no vernos.

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Temo que el Infierno sea tan largo como el silencio de Dios
que su tiempo esté habitado por el frío de los templos.
Temo que el silencio sea silencio afuera de la muerte
que luego del tiempo aún conservemos la memoria.
Temo no dormir tampoco en ese sueño eterno
y que hasta allí nos siga la desesperación de los relojes.

Certeza
 
La certeza era zapatos de plomo
caer no tenía fin
la distorsión de los espejos era un recuerdo
nuevamente estaba dentro de un sombrero de copa
en el ojo del huracán oía el coito de la naturaleza.
La certeza era zapatos de espacio
el fuego se hacía el principio
entonces no quedaba duda
Había soñado el mundo.

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La Merienda

También acuérdate María


de las cuatro de la tarde
en nuestro puerto calcinado.
Nuestro puerto
que era más bien una hoguera encallada
o un yermo
o un relámpago.

Acuérdate del suelo encendido,
de nosotros rascando el lomo de la tierra
como para desenterrar el verde prado.

El solar en donde repartían la merienda,
nuestro plato rebosante de cebollas
que para nosotros salaba mi madre,
que para nosotros pescaba mi padre.

Pero a pesar de todo,
tu lo sabes,
habríamos querido convidar a Dios
para que presidiera nuestra mesa,
a Dios pero sin verbo
sin prodigio
y sólo para que tú supieras,
María,
que Dios está en todas partes
y también en tu plato de cebollas,
aunque te haga llorar.

Pero sobre todo, María,
acuérdate de mí y de la herida,
de antes de que pastaran de mis manos
en el trigal de las cebollas
para hacer de nuestro pan
el hambre de todos nuestros días
y para que ahora,
que tú ya no te acuerdas
y que la mala semilla alimenta el trigal de lo desaparecido
yo te descubra, María,
que no es tu culpa
ni es culpa de tu olvido,
que es este el tiempo
y este su quehacer.

La Merienda

Temo que el Infierno sea tan largo como el silencio de Dios
que su tiempo esté habitado por el frío de los templos.
Temo que el silencio sea silencio afuera de la muerte
que luego del tiempo aún conservemos la memoria
Temo no dormir tampoco en ese sueño eterno
y que hasta allí nos siga la desesperación de los relojes.
 
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Como salirse de lo oscuro
a ir morar por fuera de los nombres.
Adonde no sea extensa la memoria
ni habite el ansia del desterrado de su cuerpo.
Como vencer al enemigo oculto
e infundir la paz entre uno y su reflejo.

La Merienda

Huasipungo

Muchas veces arriban a la noche
enloquecidos por el opio de su sangre.
Otras, van insertándose como relámpagos
por una ráfaga de miedo
seguidos por una procesión de blancos
derramados en la arena.
Ahora serán ellos los esclavos
teñidos por su sangre
rasgándose la ropa
danzan gimiendo del lado de la hoguera
sus cabellos crepitantes
sus lenguas enroscadas entre llamas
la muerte ebria de venganza
reflejada desnuda en los puñales
una cabeza blanca entre los mares
partida a latigazos
ellos eyaculan sobre sus tumbas profanadas
regresan hasta sus lápidas abiertas
por una fiebre de cien años.

La Merienda

A Liliana Patricia

Madre: recógeme el sonido de la lluvia en el tejado del abuelo
cuéntame de las noches en que descubrí la sed por los acantilados
y de como destilaste el fuego de la luz
para permitirnos en encuentro con nuestros primeros demonios.
Recuerda nuestra estancia eterna en los rincones de la casa
donde el hambre prematura nos entregó al juego de la muerte.
Háblanos sobre todo lo oculto
de como el deseo que te dimos
es ahora gemir por nuestros hijos.

La Merienda

Fragmentos

La merienda
“Pero a pesar de todo,
tu lo sabes,
habríamos querido convidar a Dios
para que presidiera nuestra mesa,
a Dios pero sin verbo
sin prodigio
y sólo para que tú supieras,
María,
que Dios está en todas partes
y también en tu plato de cebollas,
aunque te haga llorar”.

Canción para la noche


“Yo sé del animal que te devora
pero el amor es un hueso
que rompe todos los lados del cuerpo”.

Siembra triste


“No salgas al campo
y las piedras no te hablarán de su sed
y la selva no será odio
y la aurora no será el horror”.

Olvidado paisaje

“Sombra en sombra,
mi sombra,
que es la parte en mí donde más hurgas
y abres agujeros
que no sé coser
con este,
mi cuerpo de tocar”.

Marea

“Mi mano incalculable
mi mano que alcanza tu mano en otra casa.
Me desviste de piernas
y de brazos,
y tú no aciertas a creer que soy yo.
Yo sin cintura,
sin blanca,
sin salientes,
sin medir el agujero de mi mano vacía de la mano
que deja que pasen los iceberg
y los vientos”.

Inéditos

“Vivimos lo que jugamos
La muerte es un juego que perdemos”.

La Merienda

Puerto quebrado

Si supieras que afuera de la casa,
atado a la orilla del puerto quebrado
hay un río quemante
como las aceras.
 
Que cuando toca la tierra
es como un desierto al derrumbarse
y trae hierba encendida
para  que ascienda por las paredes,
aunque te des a creer
que el muro perturbado por las enredaderas
es milagro de la humedad
y no de la ceniza del agua.

La Merienda

Si supieras

que el río no es de agua
y no trae barcos
ni maderos,
sólo pequeñas algas
crecidas en el pecho
de hombres dormidos.
 
Si supieras que ese río corre
y que es como nosotros,
o como todo lo que tarde o temprano
tiene que hundirse en la tierra.
 
Tú no sabes,
pero yo alguna vez lo he visto
hace parte de las cosas
que cuando se están yendo
parece que se quedan.

La Merienda

* Andrea Cote nació en Barrancabermeja, Colombia en 1981. Participó en algunos cursos de la Primera y Segunda Escuela de Poesía de Medellín, convocadas y organizadas por Prometeo. Algunos de sus poemas han sido publicados en diversas publicaciones del país y en la Revista Prometeo. Es estudiante de Literatura en la Universidad de Los Andes, en Bogotá. Codirige el Festival de Poesía de la ciudad de Barrancabermeja. Ha sido invitada a algunos encuentros nacionales de poesía.
 Estudia literatura en la Universidad de los Andes. Es organizadora del Festival Internacional de Poesía de Barrancabermeja y ha participado en varios encuentros literarios del país. Asistió becada a la Escuela de poesía en el marco del Festival Internacional de Poesía de Medellín.